Sobre la ecoansiedad que genera la crisis ecosocial y cómo aliviarla en clase

En mi trabajo de fin de máster, me he centrado en el impacto psicoemocional que genera aprender sobre la crisis climática y ecológica entre mis compañeros y compañeras del Máster en Humanidades Ecológicas, Sustentabilidad y Transición Ecosocial (MHESTE).

Estos estudios, vaya por delante, son únicos en su amplitud, profundidad y radicalidad y reúnen a la crème de la crème del pensamiento ecologista español. El MHESTE es en mi opinión el género de estudios que la sociedad necesita para hacerse consciente de sí misma y su problemática relación con el mundo natural. Se nos enseña la trastienda de un negocio cada vez más degenerado, una visión desagradable pero necesaria e iluminadora.

He escrito este pequeño artículo resumen con las recomendaciones y conclusiones de mi TFM, que puedes leer íntegramente aquí.

He elegido este tema, porque estoy convencido de que el factor limitante para el cambio ecosocial que necesitamos está en la barrera emocional, obstáculo que impide a las personas tomar conciencia y alinear sus valores con la acción que la realidad implora que tomemos. En otras palabras:

Más que aún más detalles sobre nuestra
trágica trayectoria, necesitamos
conectar con el corazón para poder
desviarla.

A través de una revisión exhaustiva de la literatura y la recopilación de datos de cuestionarios, he confirmado que la ecoansiedad es un fenómeno en crecimiento, y aún carece de un consenso sólido en nuestra comunidad académica.

Los datos que he recopilado apuntan a que la experiencia de aprendizaje de estos y otros estudios que abordan la crisis ecosocial pueden beneficiarse de enfoques como el «Trabajo que Reconecta» para aliviarla.

¿Qué es la ecoansiedad?
De la revisión crítica de literatura hemos extraído que la ecoansiedad es un fenómeno complejo y creciente que abarca una variedad de emociones, como miedo y desesperación, y se está legitimando como un área de estudio en psicología ambiental. La ecoansiedad, que afecta mucho más a la gente joven y a las mujeres, no es sino una respuesta emocional adaptativa y no debe considerarse un trastorno patológico más que en los casos más severos.

Es decir, debemos considerar la ecoansiedad como una reacción natural, válida y congruente ante una realidad climática y ecológica muy preocupante, agravada por el hecho de que no estamos reaccionando a la altura como sociedad. Esta reacción, desagradable y estresante en mayor o menor medida, puede o no resultar en un cambio conductual positivo en diferentes momentos, dependiendo de muchos factores. Si se consigue traducir en una acción transformadora y coherente, especialmente si se hace en colectivo, puede ayudar a regular este malestar y transformarlo en emociones comúnmente nombradas como positivas. Sin embargo, el exceso de compromiso en el activismo puede resultar en burnout.

Sobre la ecoansiedad en MHESTE

La investigacion revela que cierto acompañamiento para manejar mejor el conocimiento a nivel psicológico puede ayudar a confrontar mejor la tremenda magnitud de la crisis ecológica.

Hay una fuerte demanda por parte del alumnado para abordar estas emociones en el ámbito educativo desbordando el enfoque pedagógico predominante, en gran medida expositivo.

Dada la extrema gravedad de la situación en que nos encontramos, debemos preguntarnos si el conocimiento por sí mismo tiene sentido. Dicho de otra manera, los estudios que, como el caso de MHESTE, quieran seguir apostando por unos contenidos fieles a la realidad de la crisis ecosocial y radicalmente contrarios a las narrativas dominantes, harían bien en considerar el impacto que tiene este enfoque en el alumnado. El imperativo es inexcusable y triple: ético y político, pero también estrictamente académico.

Ético, porque la crisis ecosocial que impacta la salud mental a sabiendas y es necesario hacerse suficientemente cargo de ese hecho. Impacto que es más acusado entre colectivos vulnerables en un contexto global de creciente estrés emocional.

Político, porque no tiene sentido producir graduados llenos de contenidos y buenas intenciones, pero igualmente abrumados y ansiosos, lo que les dificulta ponerse al servicio del cambio que necesitamos.

Y académico, pues, como se ha demostrado en este TFM, la falta de acompañamiento emocional al alumnado le puede llegar a generar incluso a menudo cierta distancia hacia los estudios, así como al paradigma que este representa.

Qué se puede hacer
Para generar un buen pastel no se trata de ponerle una guinda (en el caso MHESTE, sería la profesora colombiana Mariana Matija) por buena que sea, sino de cocinarlo bien desde el principio. La analogía se traduciría en desplegar una estrategia pedagógica más integral, más humanista, que considere la emoción como parte importante de todos los aspectos de la experiencia de aprendizaje, en lugar de “cubrir el tema de la ecoansiedad” en una única asignatura.

Un ingrediente bien podría ser el “Trabajo que reconecta”. El taller del TQR sobre el que se preguntó al alumnado fue altamente valorado como ayuda para procesar sus emociones en el contexto de la crisis ecosocial. Hay un consenso generalizado entre quienes participaron sobre la necesidad de integrar actividades similares en el máster. A menudo esta metodología se menciona en clase, pero sin implementarla ni por lo general explicarla en profundidad. Incorporar algunas de las prácticas que propone esta metodología es, por lo tanto, deseable, pero también posible, tanto integrándolas en la formación reglada como en salidas o encuentros en el exterior más o menos formales.

Con la idea de mejorar la capacidad de la comunidad educativa para abordar la ecoansiedad, se requiere una estrategia integral que incluye ajustar el enfoque pedagógico, proveer más orientación y recursos al alumnado, y organizar actividades extracurriculares relevantes. Las medidas propuestas son asequibles tanto a nivel organizativo como económico.

Como bien hace ver Mariana Matija: están bien los textos filosóficos y artículos científicos; están bien los gráficos y los datos sobre lo que está pasando, y también está bien integrar los sentires y las emociones; no hay que elegir.

Para lograrlo, recomiendo las siguientes buenas prácticas:

  1. Preparación de Educadores: Los profesores relacionados con la crisis ecológica deben recibir una formación que les permita comprender y abordar la dimensión emocional de este desafío. La preparación incluye la auto-reflexión sobre sus propias emociones y creencias acerca del cambio climático y la ecología.
  2. Espacios de Diálogo Emocional: Es fundamental crear un entorno de aula seguro y de apoyo donde los estudiantes puedan expresar sus emociones y compartir sus experiencias. La apertura al diálogo emocional permite una comprensión más profunda de la ecoansiedad y fomenta el apoyo mutuo entre los estudiantes.
  3. Actividades de Reflexión y Expresión Emocional: Las actividades diseñadas para fomentar la reflexión y la expresión emocional son esenciales. Esto podría incluir la escritura de diarios, la creación artística o el debate abierto. Estas actividades ayudan a los estudiantes a procesar sus emociones relacionadas con la crisis ecológica.
  4. Salidas a la Naturaleza: La conexión con la naturaleza desempeña un papel crucial en la gestión de la ecoansiedad. Las salidas a la naturaleza, ya sea en forma de excursiones o prácticas de mindfulness al aire libre, pueden ayudar a fortalecer la relación de los estudiantes con el entorno natural y aliviar el estrés asociado con la crisis ecológica.
  5. Cultura de Cuidado de la Salud Mental: Promover una cultura de cuidado de la salud mental en la comunidad educativa es esencial. Esto incluye la sensibilización sobre los desafíos psicoemocionales relacionados con la crisis ecológica y la disponibilidad de recursos de apoyo para los estudiantes que los necesiten.

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑